lunes, 13 de diciembre de 2010

ENRIQUE MORENTE, Agur!

Ni entiendo ni sé nada sobre el tema, aunque debo confesaros que el flamenco es algo que me inquieta, en el buen sentido, digo. Me revuelve, me hacer sentir, como si algo revoloteara en mi oído, en mis tripas... Y en ocasiones escuchar a según quién me emociona profundamente. Enrique Morente es uno de ellos. Ha fallecido hace unas horas en Madrid y, sea por lo que sea, lo he sentido y mucho.



Morente jauna, agur! Goian bego.


Pero hoy no me puedo quedar aquí. Tengo unos locos maravillosos rondando este txoko virtual, desorganizado y sin pretensiones pero mío, compartiendo con todos quienes nos asomamos a sus blogs un trozo de lo que son, de lo que sienten y saben, y buscan y quieren. Uno de ellos, Enrique Montiel, lo sabe todo sobre flamenco y es un escritor de primera. Y ha escrito algo tan hermoso sobre Morente que no puedo menos que reproducirlo aquí, sin su permiso y desde la entrañable amistad que nos une. El maestro dice...


Hasta pronto, Dulzura
Enrique Morente se está yendo. Desde su Granada, su Albayzín maravilloso. La dulzura cae como la nieve sobre Granada. Lloramos. Quienes han venido a poner bálsamo sobre nuestras heridas, quienes llegaron, como Enrique, para dar calor al frío de la vida, tantas veces, y se van, nos llevan de nuevo por el valle del Desconsuelo y la Tristeza, que son cruces de caminos negros con árboles pelados, renegridos por los incendios agotados, y tierra seca. Vuelve lo yermo cuando esta lluvia, esta canción de melismas antiguos y mirada contemporánea, la canción que se llama Enrique Morente, se agosta y encierra en el misterio, para siempre. Como otras veces me niego a aceptar la muerte. Si todos somos seres para la vida mucho más lo sois quienes habéis venido a hacer la vida vivible, placentera, soñadora y feliz. Como tú, Enrique. Tú, Dulzor, Dulzura, Morente. Con el pañuelo en la mano, como se despide un barco, hasta pronto. El Señor de la Verdad, el Bien y la Belleza te espera cuando llegues.

... y me emociono de nuevo. Y el adiós de su hija, de dónde sacó esa fuerza, por Dios! Impresionante...

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