viernes, 22 de abril de 2011

ASTE SANTUA. Viernes Santo en Hondarribia.

A estas horas, Hondarribia celebra su Viernes Santo con la misma emoción de todos los años, de muchísimos años... No llueve y eso hace que todo luzca con otro color, pero llueva o no llueva hay cosas que no cambian. Hoy como siempre, los onyarbiarrak rebosan su parroquia y se echan a la calle para acompañar a pasos, apóstoles y romanos en una procesión única, que también Hondarribia lo es.
La misa de tarde, los apóstoles y sus túnicas de colores, los romanos -Jaungoiko hartzaileak- que irrumpen en la iglesia al finalizar la eucaristía y custodian el solemne descendimiento de Cristo Crucificado, ese crucifijo imponente, enorme, que parece ocuparlo todo... Dos feligreses ascienden a la cruz y rodean con un lienzo blanco la imagen de Cristo, desprenden primero la corona de espinas y el inri, desclavan luego el brazo derecho y el brazo cuelga inerte... ahora, despacio y solemnemente, el otro brazo y así, bajan con exquisita suavidad al crucificado y lo introducen en la urna de cristal que hace de Santo Sepulcro. Y comienza la procesión. Una procesión que recorre lentamente y en silencio las calles empedradas y viejas de la vieja Hondarribia, una procesión antigua y sobria, grande porque lo es aunque sea modesta y recogida y donde la devoción y otras emociones se viven aquí a cara descubierta.
Y no hay costaleros como los arrantzales hondarribiarras, curtidos hombres de mar que se echan al hombro el misterio de la de semana santa con la misma determinación que sus mayores antes. El paso firme y la mirada, más. Cuando veo esos rostros cincelados, que parecen esculpidos por el mismo Dios, como si por ellos no pasara el tiempo, no sé... tal vez sea eso lo que ocurre, que el tiempo se detiene, tal vez ahí radique la magia...
Y el Domingo, la vuelta a la vida, la ttopara... más emoción, más misterio, más Hondarribia...











 
 

Viernes Santo - Hondarribia 1915