miércoles, 4 de enero de 2012

Una carta de antiguo, una reflexión. J M Bujandarekin bat egiten dut.

LA VIRTUD DEL DEBER CUMPLIDO O LOS CONVERSOS A LA COLA                                   

Alfredo Espinosa nació en Bilbao en septiembre de 1903 y murió fusilado por los fascistas en Vitoria en junio de 1937. Estudió medicina en Madrid y participó con grupos estudiantiles opuestos a Alfonso XIII y a la dictadura de Primo de Rivera. Finalizados sus estudios volvió a Bilbao como responsable de radiología del Hospital de Basurto y concejal por la Conjunción Republicana, miembro de la Comisión Gestora de la Diputación y en la Guerra Civil Comisario de Comunicaciones. Con la aprobación del Estatuto de Autonomía se integró en el Gobierno Vasco, presidido por José Antonio Agirre, como Consejero de Sanidad. Durante el breve periodo de su mandato y a pesar del reducido territorio sobre el que ejercía su administración se esforzó en mejorar las condiciones de la población, se hizo cargo de la Cruz Roja, promovió la higiene rural y organizó la asistencia social a los hijos de milicianos fallecidos. Impulsó la creación de una facultad de Medicina en la Universidad de Bilbao y se significó en la prevención de la represión arbitraria. En junio de 1937, cuando viajaba en avión desde Toulouse hacia Santander, donde se habían retirado los restos del Ejército Vasco, el aparato aterrizó en la playa de Zarauz por traición de su piloto. Los fascistas lo detuvieron, trasladaron a Vitoria, juzgado sumariamente, condenado a muerte por "adhesión a la rebelión", y fusilado el 24 de junio con tiempo justo para escribir esta memorable carta a su lehendakari Agirre:


Evaristo Espinosa Orive
"Mi querido amigo y compañero. Me dirijo a ti momentos antes de ser ejecutado en la prisión de Vitoria. Como sabrás, caímos prisioneros en la plaza de Zarauz por avería del avión o traición del piloto Yanguas. He sido juzgado y condenado a muerte y hoy, dentro de dos horas, será cumplida la sentencia. Como verás, tengo el pulso firme y no me asusta la muerte pero he pasado unos días tremendamente amargos en espera de ser ejecutado, con la terrible inquietud de esperar el minuto en que había de morir. Quiero dirigirte un ruego antes de que vuelva al seno de la tierra, y es el siguiente: cuando condenen los tribunales a alguno a muerte (…) hacerlo por el indulto pues piensa en que pueda tener madre o esposa e hijos y la terrible condena siempre la sufrirá terrible momentos; pídeles tú a mis compañeros en mi nombre lo que yo te pido, y os suplico no ejerzáis represalias con los presos que ahí tenéis, pues bastante han sufrido como sufro yo.

El que no esté procesado en estos momentos ponerlo en libertad sin que esto quiera decir que no estén vigilados. Dile a nuestro Pueblo que un consejero del Gobierno muero como un valiente y que gustoso ofrenda su vida por la libertad del mismo. Diles, asimismo, que pienso en todos ellos con toda mi alma y que muero por nada deshonroso, sino todo lo contrario, por defender unas libertades y sus conquistas legítimamente ganadas en tantos años de lucha; que mi muerte sirva de ejemplo y de algo útil en esta lucha cruel y horrible. Mi mujer y mis hijos están en Biarritz, rue Bon Ami nº… (…). Yo te ruego que la paga que recibía como consejero la cobren ellos y si el triunfo es nuestro no los abandonéis sino que de tu gran corazón espero sepáis atenderlos lo mejor posible pues no tienen más amparo que yo. Así mismo, dejéis salir de España para dirigirse a Francia a mi padre (…). A todos mis compañeros de gobierno un abrazo muy fuerte, abrazo de amigo y de hermano de lucha y sacrificio en esta guerra terrible y cruel. "Mis pobres hijos, háblales, cuando sean mayores, de su padre y diles que les he querido con toda mi alma y que sigan mi ejemplo, que quieran a su Pueblo como yo le quise y si puedes consolar a mi pobre mujer, tu que tienes talento hazlo, pues pensando en ella, se desgarra mi alma. Ayer creo que fusilaron a Lauaxeta, otro mártir más. Hay muchos condenados a muerte, hacer posible el canje de todos ellos pues la vida en esas condiciones es terrible y cuanto paguéis por mitigar sus dolores será poco pues todos ellos sufren lo mismo que he sufrido yo (…). Termino pues, falta muy poco tiempo para la ejecución. Háblales a todos de la virtud del deber cumplido y diles que es preferible la muerte a traicionar las virtudes y el alma. Te repito lo de mis hijos y lo de mi mujer: no los abandonéis, por Dios te lo pido. Nada más, querido amigo y siempre presidente, un abrazo muy fuerte y Gora Euskadi! y ¡Viva la República! Cuando la historia nos juzgue a todos sabrán que nosotros hicimos lo indecible por evitar la muerte a los presos y por conservar el respeto absoluto a toda idea por opuesta que fuera a la nuestra. Te abraza hasta siempre, Alfredo Espinosa".

Bien. Quisiera dedicar esta carta a quienes por cobardía o fanatismo han callado y justificado a ETA. Espero que llegue el día en que los que han ordenado, obedecido, entendido y mirado a otro lado se avergüencen. Afirmo que quienes han asesinado, callado o justificado han sido obstáculo para el progreso de Euskadi. ETA no ha servido para nada, solo sufrimiento, desgracia y rencor, una tragedia. Ha sido freno a la causa nacional vasca y excusa para quienes se han empeñado en denostar el derecho de Euskadi a decidir su futuro, un drama para el nacionalismo vasco, su peor tarjeta de presentación. Y los suyos deberían haber sabido hace tiempo que solo se puede de ser leal al presente traicionando al pasado, y que esa traición es más difícil y requiere más coraje que la propia lealtad, porque a veces, esa supuesta lealtad al pasado es una tapada forma de cobardía y traición al presente. Pero gato por liebre no, camuflaje tampoco al patético balance de decenas de años de asesinatos y estupideces sin límites. No al celofán que intente disimular una literatura que se desmorona y un recorrido que ha llenado Euskadi de estrategia inútil y ética cruel. Es inapelable la derrota de la sinrazón fanática de un inmenso y sangriento error. Y algo debe de quedar claro, la democracia, la sociedad vasca, Euskadi, la ética, la convivencia y la política, no le debe absolutamente nada a ETA ni a su mundo. Son ellos quienes nos deben todo, y ese todo es lo único que pueden ofrecer, el adiós a la razón de las armas y el abrazo a las armas de la razón. Si es preciso, que lo es, mirar al futuro, miraremos al futuro. Si es preciso, que lo es, apostar por tiempos mejores, apostaremos. Si son necesarias voluntades proactivas, que lo son, para reencontrar en sí misma a la sociedad vasca, apostaremos vitalmente por ese nuevo escenario. Pero lecciones de democracia y de ética ninguna. Treinta años perdidos, mil presos y mil asesinados, fractura, rencor y dolor. Como dijo aquél, los conversos a la cola.

Dicho esto, parafraseo al lehendakari José Antonio Ardanza en su libro "Pasión por Euskadi" y hago mías sus reflexiones de la pag. 474 cuando afirma que: "Hoy vivimos un nuevo tiempo de esperanza. Todo parece indicar que, esta vez sí, nos encontramos a las puertas de un escenario en el que la violencia puede cesar definitivamente y en el que la izquierda abertzale, tantas décadas resignada a vivir sometida a las decisiones de ETA, ha apostado por el uso exclusivo de las vías democráticas y ha abandonado de forma unilateral y sin condiciones la justificación del recurso a la violencia para el logro de sus objetivos políticos. Soy partidario de aprovechar este tiempo y de adoptar con valentía decisiones políticas que ayuden a fortalecer las expectativas que han surgido. Creo en la sinceridad de la iniciativa política que la izquierda abertzale ha planteado y creo que las instituciones del Estado deben de responder con su legalización, que permitiría la definitiva incorporación de todo ese mundo a las instituciones democráticas que durante décadas tanto han denostado y despreciado mientras nos acusaban de vendidos y traidores a los demás. No postulo hacer borrón y cuenta nueva. Confío en que la justicia actúe, sean aclarados cuantos crímenes aún no hayan sido esclarecidos y que todas las víctimas vean reconocidos sus derechos. Pero no creo en un final con vencedores y vencidos. Debemos crear las condiciones para que la página que ha manchado de sangre y la historia de nuestros últimos cincuenta años no se perpetúe. Esto exige medidas políticas valientes que resuelvan, en plazos razonables, las consecuencias que el uso de la violencia ha causado. Sería un buen momento además para que los fantasmas de la guerra civil española sean enterrados y se abra en España una voluntad de reconciliación que, transcurridos ya un período suficiente desde la muerte del dictador, aún no se ha alcanzado".

Termino ya, un emocionado y obligado homenaje a Alfredo Espinosa y a su legado, fiel reflejo de su generosidad y talla ética, política y humana. Lección vital. Recordatorio eterno.

                                                                                               José Manuel BUJANDA  ARIZMENDI
                                                                              Noticias de Gipuzkoa -4 de enero 2012-



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