sábado, 27 de octubre de 2012

El peso de la fiabilidad. Erkoreka, dixit.




















El pasado mes de agosto se conmemoró el centenario de aquella virulenta galerna veraniega que azotó sin piedad la costa cantábrica, provocando la muerte de 143 arrantzales vascos. Los testimonios que prestaron los supervivientes de la tragedia ponen de manifiesto que, cuando arreció el temporal y el peligro de naufragar comenzó a hacerse verosímil, todos los pescadores envueltos en la tempestad recordaron desesperadamente la importancia que revestía embarcar en lanchas sólidas, seguras y fiables, capaces de afrontar con un mínimo de garantía las inclemencias del tiempo.

La imagen me vino a la memoria el pasado domingo, cuando vi que el escrutinio apuntaba de manera irreversible hacia el triunfo del Partido Nacionalista Vasco. Pensé que, como los pescadores vascos que en agosto de 1912 se vieron sorprendidos por la galerna, una buena parte de los ciudadanos vascos han creído que la borrasca económica, financiera e institucional que asedia a toda Europa, amenazando con llevarse por delante los logros sociales trabajosamente afianzados a lo largo de décadas, aconseja confiar en el PNV, que constituye la nave más sólida, segura y fiable de entre las que hoy componen la oferta electoral vasca.

Estoy convencido de que, ante el incierto panorama que ofrecen los tiempos, el fondo de comercio que acumula la formación jeltzale tras años de actuación eficaz, diligente y responsable en defensa del autogobierno vasco y de los intereses y aspiraciones de los ciudadanos de Euskadi, ha sido decisivo para que muchos ciudadanos optasen por la candidatura de Iñigo Urkullu, que encarna a la perfección los valores que identifican al PNV. Como diría más de un veterano, se ha hecho notar "el peso de la galleta"; la impronta histórica de una formación política arraigada en Euskadi y comprometida con su libertad y su autogobierno, que siempre ha estado en su puesto y nunca ha defraudado al pueblo vasco en los momentos decisivos.

Durante esta semana, se han hecho todo tipo de valoraciones sobre el resultado que arrojaron las urnas el 21-O. Y no son pocos los que han insistido en la idea de que, en esta ocasión, el PNV ha recibido prestados votos ajenos. Todos ellos -claro está- completaban su apreciación con una o varias recomendaciones desinteresadas sobre lo que el PNV debería hacer o evitar a lo largo de la legislatura para no defraudar el deseo de los que le han prestado sus votos. Y todos, además, creían que lo que el PNV debería hacer o evitar era, exactamente, lo que cada uno de ellos consideraba necesario hacer o evitar.

Nunca me ha parecido correcto que las siglas partidarias pretendan patrimonializar los sufragios. El voto nunca es de éste o de aquél partido; no pertenece a nadie más que al ciudadano que lo emite. De tal manera que los partidos políticos no pueden computar como propios ni tan siquiera los que sus militantes depositan en las urnas. Desde esta perspectiva, se puede decir que todos los votos que reciben los partidos son prestados. Todos. Prestados por los ciudadanos en base a la confianza que el partido receptor les inspira en cada concreta convocatoria electoral de cara a afrontar los desafíos colectivos que en ese momento consideran esenciales.

Los votos que los ciudadanos prestaron al PNV el pasado domingo perseguían, sobre todo, confiar el Gobierno de Euskadi a la formación política que mayor fiabilidad les ofrece para navegar en los procelosos mares de la crisis. Sus emisores, por tanto, sólo le piden que siga siendo fiel a la trayectoria política que ha alimentado ese fondo de fiabilidad que les ha llevado a confiar en él. Si lo hace, no defraudará a los ciudadanos que le han prestado su voto porque las turbulencias de la coyuntura han convertido el acto de votar en algo muy prosaico. En un acto que no busca poesía emocional, ni aventuras fascinantes, sino soluciones efectivas a los problemas reales. O, cuando menos, un compromiso firme para procurar su búsqueda.

Esta semana, los diputados del grupo parlamentario vasco hemos recibido numerosas felicitaciones de los periodistas y diputados del Congreso. A los populares -cortesía obliga- les hemos correspondido por el triunfo obtenido en Galicia, que es, para ellos, como una bolsa de oxígeno. A los socialistas, por el contrario, no hemos podido darles la enhorabuena. Lo hubieran interpretado, y con razón, como una burla sarcástica.

Eso sí, al igual que los comentaristas de salón, muchos de los que nos felicitaban tenían una recomendación sobre lo que el PNV debe hacer o evitar en esta legislatura que comienza. Y no voy a ocultar que la mayoría de nuestros interlocutores dejaban entrever un temor cerval a la hipótesis de una entente nacionalista vasca que, por decirlo con sus propias palabras, imponga en Euskadi una "deriva soberanista". Temen algo equivalente, pero en sentido contrario, a lo que el PSOE y el PP hicieron en 2009, cuando acordaron aupar a Patxi López a Ajuria Enea con el propósito de iniciar una deriva españolista radical. Un diputado socialista auguraba, más concretamente, que los jeltzales acabaríamos siendo arrastrados -la frase es literal- por "la presión radical de EH-Bildu". No deja de tener gracia que en Madrid vean indicios de radicalidad donde en Euskadi no hemos percibido más que un esfuerzo ímprobo por aparentar moderación, en el discurso, en las formas y hasta en el talante de la candidata. Le he hecho ver a mi interlocutor que su vaticinio está equivocado. Lo que hasta ahora se ha visto es todo lo contrario: que es EH-Bildu la que se aproxima al PNV cuando reivindica figuras y trayectorias políticas como las de José Antonio Agirre, que siempre han sido tenidas como arquetípicas de la formación jeltzale.
Es cierto que la pulsión chavista que anida en el seno de la izquierda abertzale puede aflorar en cualquier momento. Pero, francamente, no veo al PNV arrastrado por gentes que asumen sin rubor que sus políticas económicas pueden empujar a las empresas a "hacer las maletas", pero sostienen que ese es "un riesgo que hay que correr" (Laura Mintegi dixit).

He propuesto al diputado socialista apostar conmigo, doble contra sencillo, a que en la legislatura que comienza ellos van a pactar más veces con la izquierda abertzale que nosotros. Se ha reído con displicencia pero, obviamente, no ha aceptado la apuesta. Su actitud ha sido muy significativa. No quería apostar. Sin embargo, me ha interpelado: "¿En qué te basas para defender semejante tesis?". Iba a responderle aludiendo a la tan precipitada como sospechosa adjudicación de ocho frecuencias de radio que el Gobierno de López ha llevado a cabo en los últimos minutos de la legislatura a favor de una empresa de la izquierda abertzale recién constituida, pero justo en ese momento saltaba en los teletipos la noticia que daba cuenta del acuerdo que ambas formaciones alcanzaron el martes en el Consejo Vasco de Finanzas.

Ya no era necesario que respondiera. Todo estaba dicho.
              Josu ERKOREKA GERVASIO
                   Portavoz del Grupo Vasco en el Congreso de los Diputados
                              Publicado en diarios del Grupo Noticias -27/10/2012-


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