viernes, 5 de agosto de 2011

IRUNGO EUSKALJIRA 2011


Parece que se han puesto de acuerdo, los pronósticos, digo. Todos anuncian mal tiempo para el fin de semana. Nos espera, al parecer, un sábado de Euskal-Jira pasado por agua. De ser así, tampoco será el primero que de todo ha habido en estos treinta y algun años, incluido un sol de justicia cuando los mapas de isobaras nos vendían lluvia de verano. De manera que, mañana, ya se verá.





Por lo demás, todo en orden. Quiero decir que los responsables de este maravilloso tinglado han echado de nuevo el resto, que es lo mismo que decir que se han dejado la piel para que otros disfrutemos, que no hay otra que reconocer su esfuerzo y agradecérselo de corazón. Asier, koadrila… Milesker!!! Y quiero decir también que en esta casa están planchados ya manttalas, pañuelos y pañoletas, los gerrikos enfilados y las alpargatas a estrenar. El resto, sujeto a improvisación que, después de tantas batallas, faldas, camisas y las mil rayas del pantalón parecen multiplicarse y hay mucho donde escoger en el montón de ropa cuidadosamente apilada sobre la cama de la amona. Mañana, ya veremos. 

El resto será encontrarse y disfrutar, compartir, recordar… esa vieja gastronómica de la Irungo Atsegina, luego la de la Triple A, desde hace unos años en Izoki, siempre a tiro de piedra que en Euskal Jira es tanto como decir a tiro del viejo Irun; la quedada en el pilón de Urdanibia, la vuelta a la plaza, el primer vistazo del día a gurdias y artesanos, bebés que recién habían llegado, cuántos niños, y niñas, cuántos en todos estos años…; y aquellos otros, muchos, en los que la Irungo Euskal Jira coíncidía con la Clásica y nuestra cuadrilla hacía coincidir el primer trago de la tarde –parada y fonda en el Gure Ametsa- con el paso de la carrera por el Paseo de Colón. Ya no hay ciclistas, ni una retahila de críos bullosos y espectantes –Indurain, Indurain!!!- sentados en fila en la acera, pero seguimos parando los mismos en el mismo lugar, más viejos, las mismas ganas; y las fotos de rigor, diferidas, que eran tiempos de carrete y revelado, de copias mil en papel, sorpresas y nada de photoshop; y kalejira, y sardinas, muchas sardinas; y niños que se quedan a dormir con los aitonas, que el fin de fiesta pasaba por cenar, o algo así, en la vieja gastronómica de la Irungo, luego en la Triple A, ahora en Izoki... Mañana, repetimos.

Porque, no sé si os lo he comentado, mañana celebramos la Irungo Euskal Jira. Como antes lo  hicieron nuestros mayores y, antes, los mayores de nuestros mayores. Lo dije hace un año y sigue siendo tan verdad como entonces: Irungo Euskal Jira agudiza siempre mi sentimiento de pertenencia. Y me siento protegida, querida y fuerte: este pueblo es el mío y su cultura, la de los vascos, también. O dicho de otro modo, porque fueron somos, porque somos, serán. 

Mañana, más. Y que dure.