jueves, 2 de abril de 2015

Víspera

Recuerdo un escrito de Enrique, lo he de buscar de nuevo en su blog o tal vez en alguna de las columnas del Diario de Cádiz... un escrito en el que hablaba de la condición humana de Jesús y de quienes le clavaron en la cruz... me hizo pensar, o sea, como siempre...
No sé del por qué de esta querencia mía en gestos diversos de la liturgia de la Semana Santa pero sé que no es una mera cuestión de fe en el Crucificado o en su Iglesia, menos aún es únicamente eso. Digo que lo que me mueve a creer no son los dogmas, los mandamientos, el bien y el mal explicados por una Iglesia a la que respeto pero nunca incondicionalmente, no creo que sea Santa ni Madre, ni mía ni de nadie, es una ficción, en muchas ocasiones la impostura hecha ceremonia, el poder más anacrónico, puro negocio... 
Yo creo en las personas, en lo que son capaces de hacer, en lo que hacen, con sus errores y contradicciones, sus miedos, su arrojo, su bondad. Creo que la fe de cada cual, aquello que sólo uno siente, lo que le mueve a creer y que sólo algunos son capaces de explicar con palabras, es absolutamente revolucionaria, el punto de apoyo que el clásico reclamaba capaz de mover el mundo.
Quiero decir que si subo hasta la ermita de San Marcial en Via Crucis cada Viernes Santo muy de mañana, no es porque mi fe cristiana señale imperiosa que es ése el camino, no... es el recuerdo de la ama haciendo lo propio año tras año, el encuentro y la comunión con otros en esa cuesta empinada y serpenteante que en quince estaciones se planta frente a la ermita mágica de mi niñez, el "rompan filas" y posterior almuerzo en la cantina codo con codo con otra gente, hijos todos de este pueblo mío. Me siento en casa, a los míos conmigo y en paz conmigo misma, lo cual no es poca cosa...
Quiero decir que si el silencio y la solemnidad de la procesión de Hondarribi, la liturgia coral en su parroquia, la delicadeza del descendimiento o el suave mecer de la ttopara me resultan sobrecogedores, que si el Domingo de Resurrección y su Eucaristía frente a la amatxo del Juncal me conmueven hasta la lágrima, no es por querencia divina, porque lo que haya, ese misterio, nos pertenece. Lo que digo es que no hay mandamiento de otro que valga, que fueron los míos quienes me enseñaron, desde el respeto a uno mismo y a los demás, a mirar más allá de mitras y misales y me mostraron que si la fe tiene sentido es gracias al humano imperfecto y pecador que las más de las veces no entiende lo que ocurre pero sabe, lo siente así en las entrañas, que la vida merece la pena, que hay que seguir, empujar, siempre adelante... Porque la vida es una constante resurrección, que ni la muerte, aunque sea la del Cristo crucificado, puede con ella.
Viernes Santo... y aunque este año no pueda, ahí estaremos sin estar, acompañando a una humilde cruz de madera, mis mayores, mis recuerdos y yo. 
Y la fe que mueve montañas, según dicen...