miércoles, 16 de mayo de 2012

Literatura plena

   "De noche, el mar y el cielo son uno solo y hasta la tierra se confunde con la oscura inmensidad que lo envuelve todo. No hay resquicios. No hay cortes. No hay separaciones. La noche es la mejor representación de la infinitud del universo. Nos hace creer que nada tiene principio y nada, fin. Sobre todo si (como sucede esta noche) no hay estrellas. 
    Aparecen las primeras luces, y la separación se inicia. El océano se retira a su propia geografía, un velo de agua que oculta las montañas, los valles, los cañones marinos. El fondo del mar es una cámara de ecos que jamás llegan hasta nosotros, y menos hasta mi, esta madrugada. Sé que el día va a derrotar esta ilusión. Y si ya nunca más amaneciese, ¿entonces, qué? Entonces creeré que el mar se ha robado mi figura.
       El Pacífico es ahora un océano en verdad calmado, blanco como un gran tazón de leche. Es que las olas le han avisado que la tierra se aproxima. Yo trato de medir la distancia entre dos olas. ¿O será el tiempo lo que las separa? ¿No la distancia? Contestar esta pregunta resolvería mi propio misterio. El océano es imbebible, pero nos bebe. Su suavidad es mil veces mayor que la de la tierra pero sólo escuchamos el eco, no la voz del mar. Si el mar gritase, todo estaríamos sordos. Y si el mar se detuviese, todos moriríamos. No hay mar quieto. Su movimiento perpetuo le da el oxígeno al mundo. Si el mar no se mueve. nos ahogamos todos. No la muerte por agua, sino por asfixia. 
        Amanece y la luz del día determina el color del mar. El azul de las aguas no es más que una dispersión de la luz. El calor azul significa que el astro solar ha vencido la claridad de las aguas, dotándolos de un ropaje que no es el suyo, que no es su piel, si es que el mar también tiene piel... ¿Qué cosa va a iluminar el día que nace? Quisiera dar una respuesta muy rápida porque me voy quedando sin palabras que cantarles a ustedes, los sobrevivientes. 
       Si el sol naciente y la noche moribunda no hablan por mi, no tendré historia. La historia que quiero contarles a los que aún viven. Creo que el mar vive y que cada ola que me lava la cabeza siente la tierra, palpa la carne, busca mi mirada y la encuentra, estúpida. O más azorada. Incrédula.
     Miro sin mirar. Tengo miedo de ser visto., No soy lo que se dice "agradable" de ver. Soy la cabeza cortada mil en lo que va de año en México. Soy uno de los cincuenta decapitados de la semana, el séptimo del día de hoy y el único durante las últimas tres horas y un cuarto..."

                                                               
                 La Voluntad y La Fortuna - Carlos FUENTES 
11 de noviembre 1928 - 15 de mayo 2012
Goian bego.




Carlos Fuentes fallecía ayer en Ciudad de México, ochenta y tres años de pura vida. Lúcido, provocador, elegante, sólo podía dejar indiferentes a quienes no aman la literatura y, aún así, con reservas. Porque no era hombre de silencios, nunca la callada por respuesta, lo cual suscita siempre rechazo y muchas envidias. Pensar, como dice mi querido Enrique, cuesta caro. Opinar, ni os cuento. Y Fuentes tenía opinión y opinaba. Y no coincidiendo con él ni mucho ni habitualmente reconozco su saber estar, su saber decir, su saber saber.

En esa paradoja que llamo "mis cosas" siendo todas, como son, palabras prestadas, guardo varias que llevan su firma y una entrevista reciente publicada en el diario El País que me gusta, me gusta mucho. Que no se puede decir más ni tanto ni tan bien sobre la vida, la literatura, lo que importa, lo que no. Eso que llaman ganas de vivir y que cabe, entero, en este trozo...

"Mi sistema de juventud es trabajar mucho, tener siempre un proyecto pendiente. Ahora he terminado un libro, Federico en su balcón, pero ya tengo uno nuevo, El baile del centenario, que empiezo a escribirlo el lunes en México. 
La escritura, lo sabía bien Fuentes, es antes oficio que inspiración divina y el escritor, como el carpintero, debe trabajar todos los días. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo. Razones para vivir, razones para escribir. 
Sobran los modernos minimalistas empeñados desde hace años en leer el acta de defunción de la novela. Sus palabras se las lleva el viento. Yo estoy chapado a la antigua y soy de los que disfruta de la novela más clásica por encima de los bodrios contemporáneos y si por improbables azares del destino llegara a vivir demasiados años, mi único deseo sería tener ese fuego creador capaz de motivarme a liberar palabras insurrectas cada nueva mañana de mi vida."