lunes, 15 de noviembre de 2010

SAHARA


De unos días a esta parte se habla, y mucho, del Sahara, del Sahara Occidental. Como si el conflicto saharaui hubiera surgido de la nada, como si fuera cosa de ayer o anteayer. Y yo, y cientos, y miles como yo, sentimos una profunda tristeza.

El campamento arrasado de Gdaim Izik que levantaron el mes pasado en El Aaiun ocupado en protesta por su situación de absoluto desamparo en una tierra que sólo a ellos pertenece, no es el único campamento de la dignidad que aún mantienen en pie mis hermanos saharauis. Que basta con asomarnos al mar de arena infinita de Tinduf o a la mirada limpia y oscura de los niños que acogemos en nuestras casas, verano tras verano, para saber y comprobar que Sahara y dignidad van siempre de la mano. Pero somos incapaces de mirar más allá porque nos duele, no vaya a ser que demos de bruces con la realidad, ésa que devuelve a nuestros niños a los campamentos de refugiados de Tinduf, que no a su hogar, donde malviven como refugiados gracias a la caridad internacional. Caridad con la que tanto demócrata de alta cuna, ya sea por ignorancia o comodidad, acalla su mala conciencia.

Sólo hay algo peor que la ignorancia, decía Goethe: la ignorancia en acción. Y yo añado que no hay nada más inquietante que un ignorante con iniciativa. Y Zapatero lo es cuando del conflicto del Sahara se trata, un asunto éste que nada más llegar al poder afirmó que  resolvería en seis meses. Y han pasado ya seis años y pico. Y esto va de mal en peor.

Hoy, 14 de noviembre de 2010, se cumplen 35 años de los llamados “Acuerdos Tripartitos de Madrid” mediante los cuales España cedía la administración del territorio del Sahara Occidental de una forma gratuita e ilegal. El pueblo saharaui se ve condenado desde entonces o a vivir exiliado en la Hamada argelina, la zona más dura del desierto del Sahara, o a correr una suerte peor: vivir en los territorios ocupados bajo la tiranía de Marruecos. Y si bien es cierto que en este tiempo ningún gobierno ha asumido el compromiso de liderar la resolución definitiva del contencioso, lo cierto es que el Presidente Zapatero es el que menos ha hecho por los saharauis y más por privilegiar las relaciones con Marruecos, hasta el punto de rozar la sumisión o el ridículo. Que “tenemos que poner por delante los intereses de España” repite y repite, lo cual parece lógico y responsable. Pero no lo es tanto cuando los enumera pero no los explicita, que parecen la excusa perfecta para, por si acaso, no molestar al poderoso. Porque Marruecos es en esta historia un “primo de zumosol” de manual, el que provoca y siempre gana, el que tensa la cuerda y se sale con la suya, y España un patético y reconocido don Tancredo. Y con todo, nada comparado con la bula que el Gobierno español le otorga al tirano con su inacción y su cobarde callada por respuesta, de manera que torturar y masacrar a la población civil saharaui del Sahara ocupado le sale gratis al colega marroquí.

Y se lamentan, pero no hay condena. Y no hay condena, porque antes tienen que asegurarse de lo que realmente sucedió, que el de ZP es un gobierno serio y responsable. Pero se da la circunstancia, un detalle sin importancia, de que los informadores no pueden entrar en Marruecos y si entran para hacer su trabajo se les expulsa, cual delincuentes. Y se les insulta desde las altas esferas marroquíes y se pone en cuestión su honorabilidad, que todo se lo inventan, que nadie ha matado a balazos a un adolescente, ni atropellado hasta la muerte a un ciudadano español. Que no hay detenciones ilegales ni persecuciones indiscriminadas, ni juicios sin garantías, ni torturas, ni desapariciones. Que Marruecos es una democracia y un aliado fiel, socio preferente y hermano del alma. Por eso se lamentan, pero no hay condena. Y a los saharauis, que les den. Tengo claro, pues, que los intereses de la España de ZP no son los míos. Y a mucha honra.



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