"______ José Monje Cruz 'Camarón' era tan grande que todavía no tenemos perspectiva para valorar su arte, su aportación al flamenco, su contribución a la música y su esfuerzo por popularizar un arte que durante siglos estuvo reducido al mundo de la marginalidad.
A quien enterramos en la Isla, muy cerca de la tumba de mis padres, fue al mito, a la leyenda, a aquel a quien mucho gitanos atribuían el poder de curar a sus chiquillos 'malitos', al Dios que muchos adoraban sin conocerlo, al Rey que nunca quiso serlo y cuya fama había traspasado fronteras y mares.
Enterramos la leyenda y quedó su obra, su apasionada vida a la búsqueda de nuevas formas de expresión, su trayectoria musical, su lenguaje, su voz, su 'quejío'. Una obra, además, profundamente ligada a Paco de Lucía, él que le enseñó a oír a Mozart y a Stravinsky, y a conseguir esas falsetas de bulerías que luego, en complicadas y labradas variaciones, se convertían en una nueva forma de flamenco.
Era tan grande José que, como persona, resultó ser un perfecto desconocido, y su vida llena de misterios para unos y de tragedia para otros, fue una verdadera incógnita, pues aparecía y desaparecía, se encerraba y huía.
El 'Camarón' que yo conocí en la Venta de Vargas no tenía nada que ver con la leyenda que se había construido a su alrededor, con el mito que se había fraguado en torno a su figura.
Para mi, eso había sido siempre un misterio que se agudizaba con el conocimiento de un personaje callado, tímido, taciturno, quien de cuando en cuando decía frases geniales y que tenía un corazón de oro macizo. Cariñoso, raro, imprevisible, Camarón tenía una personalidad que atraía como un imán.
Aunque su boca calle, su voz sigue viviendo."
____________________ José ONETO (Prólogo de la obra 'Camarón, Vida y muerte del cante' de Enrique Montiel)
La Isla
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