Entre medidas de seguridad sin
precedentes y la ausencia de su predecesor, Joe Biden se convertirá mañana en
el Presidente Nº 46 de los Estados Unidos de América. Y ojalá todo se pudiera
resolver con un corte de mangas a la infame herencia de Trump, difícil… Cuando
jure su cargo, 400.000 estadounidenses habrán muerto víctimas del coronavirus,
6 veces más que en la guerra de Vietnam y dejando en nada al número de muertos
por el atentado contra las Torre Gemelas.
Entiendo que deba exigirse de su
administración una gestión decidida y transparente -no sólo en el tema del
COVID- y toda suerte de medidas que sirvan de contrapunto a las del populismo
trumpista, pero que no sea mañana… Que mañana sea el día para esperar y creer
en lo puede hacer el que, dicen, es un líder sin carisma, un anciano que lleva
tras de sí varias tragedias familiares que han acuñado en su carácter el
principio que, dicen también, nunca abandona: No se deja a nadie atrás.
Que si de recobrar el camino de la decencia y el patriotismo bien entendido se trata, que también, lo que EEUU necesita es menos carisma y más humanidad, un Presidente que sepa ponerse en el lugar de sus conciudadanos para tirar del país y de la conciencia colectiva.
Así sea.
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