Hace unos meses escribía un artículo, en el que me ratifico, y en el describía la fotografía en la que me reflejaba como nacionalista. Decía resumidamente así: “cuando pareciera que ser nacionalista es haberse quedado anclado en las cuadrillas de aldeanos reivindico la legitimidad intelectual y democrática, la vigencia y la actualidad del nacionalismo vasco. Reivindico la naturalidad de poder ser, hoy y aquí, ética, estética y simultáneamente, ciudadano europeísta, demócrata vasco y nacionalista que afirma que Euskadi es su nación por encima de las actuales tres administraciones en las que está dividida, nación que además es patria de los vascos. Y ello me lleva a identificarme en un nacionalismo moderno, tolerante, de firmes convicciones, no excluyente, sí integrador, de futuro y por ello optimista, para vivir y convivir, activo y colaborador. Un nacionalismo ciudadano, de progreso, solidario, puente entre orillas y que apuesta por los acuerdos más amplios posibles por difíciles que sean”.
Dicho lo dicho, desciendo a lo inmediato terrenal de la política, a sus ciclos y al presente del nacionalismo vasco llamado histórico, o institucional, encarnado en el PNV. Hoy como ayer, considero que lo realmente importante es lograr que la cadena de la historia no se fracture, que seamos capaces de esculpir hoy el eslabón exacto para interpretar correctamente el presente y unir así el pasado con el futuro que se nos avecina. Alguien cantó que “lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino”, mientras otro avanzaba aquello de que “lo que queda son las cosas, el trabajo bien hecho, los logros y los esfuerzos, la voluntad mantenida y que en cambio las personas con nuestras virtudes y miserias, sencillamente, venimos y nos vamos”. No procede pues hablar de personas y de sus circunstancias, el reto es otro, es colectivo, es el de los de proyectos, el de ganar el presente y el futuro, el de recuperar lo perdido, el de aquilatar políticamente el cauce central de la sociedad vasca en general y de la gipuzkoana en particular. Hablo de cultivar nuestro jardín con ideas claras, sin complejos ni fotocopias de otras macetas de otros parques y sin enredarnos en el vacío de las palabras huecas.
No se trata de cambiar por cambiar gratuitamente o rectificar sin criterio alguno, ni abandonar nada al compás de la coyuntura. Al contrario, se trata de, conservando lo sustancial de la ideología troncal que sustenta al PNV, (re)sintonizar con el pulso ciudadano, canalizar los nuevos intereses de la calle y establecer las actitudes, mensajes y vocabularios acorde a los tiempos. No es renunciar, desactivar, ni desvariar nada de lo sustancial para la defensa y promoción de Euskadi y los vascos, pero precisa y justamente, para defender mejor y ser más útil a Euskadi y los vascos, estoy convencido que debemos (re)ocupar la primera línea política y que esto se consigue ganando la confianza mayoritaria del electorado sobre todo el de los jóvenes. Hablo de insistir en conceptos como progreso, esfuerzo, austeridad, valores, renovación, solidaridad, defensa de la persona; y ello como expresión de una preocupación preferente y prioritaria de todo lo que atañe a una Euskadi y a sus gentes ya, por fin, sin ETA.
Apelo a la versión proactiva de lo conocido por “crisis”, sobre la cual discurrió Einstein, que creo es aplicable a la política y a su práctica, a las ideologías y a sus evoluciones, a los resultados electorales e incluso a los de una mala cosecha: ”La crisis es la mejor bendición que puede suceder. Porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar superado. La verdadera crisis es la de la incompetencia, la pereza para encontrar salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, ni mérito. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno. No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. Trabajemos duramente y acabemos con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.Nacionalismo es voluntad de ser y de seguir pudiendo ser, suma de razones históricas, emociones y sentimientos, pero también de pragmatismo y gestión para solucionar los problemas cotidianos de nuestros conciudadanos. El nacionalismo como defensa de lo propio y aproximación política al ciudadano es válido, válido como afirmación de una personalidad colectiva que se abre al mundo y expresión del compromiso para con Euskadi y los vascos. Todos somos parte voluntaria de un proyecto nacional, y no seríamos leales a 116 años de historia si condicionásemos todo a la prevalencia de unas u otras personas a los timones de la nave. Todos somos parte de un proyecto abierto y amplio, ilusionante, capaz de ocupar la centralidad y pactar. Todos somos parte de un proyecto que apuesta con energía seguir siendo el líder del nacionalismo y vanguardia en la exigencia de un nuevo marco político. Muchos han dado lo mejor de sí mismos, incluso la vida, por la causa de la libertad, de Euskadi y del PNV; por ello, hoy y aquí, no podemos fallar, es decir, debemos volver a ser lo que hemos sido y representado en Euskadi. Que la prudencia no nos convierta en traidores, ni la imprudencia nos aboque al desastre. Voluntades frescas, y futuro a (re)conquistar. Sí podemos.
- Publicado en Diario Vasco, el sábado 3 de septiembre 2011-
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