jueves, 6 de octubre de 2011

Migueltxo maitea, egun handirarte!

Socarrón, guasa para regalar y siempre sonriente o casi. Esa media sonrisa, ay... Le gustaba potear y una buena jamada, su gente, los chistes malos, cantar rancheras y que le besaran los niños y yo. Ni siquiera el cáncer pudo con él, tampoco cuando parecía la sombra de sí mismo, con sus ciento-trece kilos más IVA, según él, convertidos en tristura y ganas de nada. Cuando dijo basta, lo dijo con todas las consecuencias y volvió a disfrutar de su gente, sus vinos, los amigos, una comida más ligera y de los besos que le daba allí donde nos viéramos. Creo que el único día que no lo hice fue el de mi boda, que no era cuestión de besar al cura en mitad de la ceremonia. Y ya no podré hacerlo más, o tal vez sí, que cada recuerdo con él casi lo es, sonrisas y un beso digo. Por mi, que no quede. 


Nos vemos por ahí, Migueltxo, en cualquier rincón del Irun de nuestros padres, el de mis hijos. Pero ve haciéndote a la idea de que la próxima será en la gruta de la amatxo del Juncal, por fin subirás a Peñas, con Bortxi, conmigo... Nere Migueltxo maitia, agur eta ohore! Egun handirarte. Maite zaitut.



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