SÍ, ASÍ LO QUEREMOS
Desde el nacionalismo democrático vasco y la serenidad, pero también desde la firmeza, desde los que creemos que Euskadi es nación y patria de los vascos, desde la perspectiva de sentirnos parte de un pueblo con derecho a dibujar sus perfiles de su propia pluma, y desde la condición de ciudadanos conscientes de que nuestra particularidad se encuentra cual puzzle multicolor inmersa en claves globales, desde esas consideraciones recordamos y nos afirmamos en que decidan lo que decidan los Tribunales Constitucionales y Supremos, Cortes y Senados pero que mientras la voluntad de las urnas vascas así lo manifieste, somos, sí, una nación. Recordamos así que por encima del cansancio, de las provocaciones y errores, afirmamos que somos nación, Euskadi. Reiteramos que a pesar de las cizañas, del desdén e incomprensión de los arrogantes jacobinos queremos seguir siendo nación. Reiteramos que a pesar del tramposo hastío, de los desatinos propios y ajenos, no aceptamos que hagan de mangas capirotes con nuestra voluntad política de querer seguir siendo nación vasca. Y ante los que dicen que no somos ni pueblo ni nación, sino ciudadanos incoloros y neutros, insípidos e incoloros, contestamos que la nación vasca no es una concesión graciosamente otorgada por el poder central, que no es una ficción pintoresca elaborada por poetas, sino que la nación vasca somos personas de carne y hueso con voluntad de serlo. Somos gente de ahora, distintas a las de hace 30 años y a las de 300, conscientes y pensantes, nación plural, conscientes que no todos somos nacionalistas. Por ello, ante el pensamiento único, ante los que contraponen normalidad y bienestar frente a más autogobierno decimos que no admitimos maltrato al sentido común y a la inteligencia. No es cierto que lo moderno sea la españolidad y atraso el nacionalismo vasco.
Desde el nacionalismo democrático vasco y la serenidad, pero también desde la firmeza, desde los que creemos que Euskadi es nación y patria de los vascos, desde la perspectiva de sentirnos parte de un pueblo con derecho a dibujar sus perfiles de su propia pluma, y desde la condición de ciudadanos conscientes de que nuestra particularidad se encuentra cual puzzle multicolor inmersa en claves globales, desde esas consideraciones recordamos y nos afirmamos en que decidan lo que decidan los Tribunales Constitucionales y Supremos, Cortes y Senados pero que mientras la voluntad de las urnas vascas así lo manifieste, somos, sí, una nación. Recordamos así que por encima del cansancio, de las provocaciones y errores, afirmamos que somos nación, Euskadi. Reiteramos que a pesar de las cizañas, del desdén e incomprensión de los arrogantes jacobinos queremos seguir siendo nación. Reiteramos que a pesar del tramposo hastío, de los desatinos propios y ajenos, no aceptamos que hagan de mangas capirotes con nuestra voluntad política de querer seguir siendo nación vasca. Y ante los que dicen que no somos ni pueblo ni nación, sino ciudadanos incoloros y neutros, insípidos e incoloros, contestamos que la nación vasca no es una concesión graciosamente otorgada por el poder central, que no es una ficción pintoresca elaborada por poetas, sino que la nación vasca somos personas de carne y hueso con voluntad de serlo. Somos gente de ahora, distintas a las de hace 30 años y a las de 300, conscientes y pensantes, nación plural, conscientes que no todos somos nacionalistas. Por ello, ante el pensamiento único, ante los que contraponen normalidad y bienestar frente a más autogobierno decimos que no admitimos maltrato al sentido común y a la inteligencia. No es cierto que lo moderno sea la españolidad y atraso el nacionalismo vasco.
El Tribunal
Constitucional, reflejo de su rancio espíritu anti-plurinacional, lo
complicó todo al ningunear el Estatut catalán, estropeó las reglas
de juego, y creó un auténtico avispero de problemas cuestionando el
camino constitucional a recorrer en la profundización del
autogobierno. ¿Cuál es el camino a recorrer y qué lo que la
democracia “permite”? Ante las impredecibles consecuencias del
terremoto a futuro generado por el ignominioso cepillado del Tribunal
Constitucional para con el Estatut, y de paso para con el futuro del
conjunto del Estado plurinacional, creo que se impone una reflexión,
solemne, que es a su vez, clamor y reivindicación: Todas las leyes,
ordenanzas, reglamentos y sus desarrollos no se aprueban para que
sean inmutables en el destino eterno, sino para adaptarse y adecuarse
a la realidad concreta de las voluntades cambiantes y democráticas
de los ciudadanos, de los pueblos y de las naciones. Ningún texto
legal puede anular la voluntad mayoritaria, pacífica y democrática
de un pueblo, ya que si éste evoluciona hacia un futuro diferente no
hay texto legal que lo pueda neutralizar en democracia es así que
por lo tanto reclamamos con firmeza democrática, más autogobierno y
respeto efectivo a la voluntad de los ciudadanos vascos y catalanes.
Continuaremos apostando
por un futuro que nos permita responder a nuestros objetivos y
posibiliten seguir siendo nación y colectivo de ciudadanos
consciente. Aspiro a una relación libremente consentida con España
con la que afrontar los retos a futuro que tenemos como pueblo que
somos. Abogo por la necesaria inteligencia del pequeño, que en su
pequeñez con dignidad y legitimidad, democrática y honestamente,
aspira a poder seguir siendo. El reto, por complicado que sea, es la
pervivencia de la Euskadi autogobernada de los siete herrialdes en el
siglo XXI, la Burujabetza del Zazpiak Bat en la UE. Y por ello
precisamente lo traslado a un proyecto posible y factible. No se
trata de proclamar el yo más que tú, dilucidar quien es más
abertzale, mejor nacionalista y más puro. Sin distorsiones en
nuestra gradualidad y vía propia hacia el Zazpiak Bat.
A salvo de posibles y
enormes frustraciones, sin cambiar el discurso… al monte se sube
rodeándolo y no agitando artificialmente pulsaciones aceleradas
independentistas cual espuma de cava peleón. Se trata de seguir
ocupando el cauce central de la sociedad, acertando y respondiendo a
las preocupaciones e intereses de los vascos de hoy, de continuar
construyendo nación tejiendo la Euskadi autogobernada y soberana. Es
la apuesta por un nacionalismo democrático, pacífico, de valores,
abierto, amable y de bienestar, rostro humano e inteligente. Un
nacionalismo firme en sus convicciones, que se adecua al presente, se
construye a favor de y no en contra de nada. Tenemos voluntad para
ello. Otros lo quisieron y fueron, nosotros somos, y porque somos y
además queremos, vendrán y serán otros. “Gu
jaio ginen enbor
beretik, jaioko
dira berriak”.
El reto es claro: seguir ganando el futuro, somos la
mejor herramienta para una sociedad que quiere formar parte del mundo
global sin renunciar a su personalidad. Seguiremos movilizando la
centralidad para continuar defendiendo los intereses de Euskadi.
Se requiere inteligencia y visión
de futuro hacia fuera, sí, pero también hacia dentro. También, lo
repito, hacia dentro. La realidad económica-social, nos guste o no,
ha cambiado, y se queda. Y por ello será preciso liderar una
alternativa integral para repensar Euskadi dirigida a los agentes de
la sociedad ante el actual escenario económico. Un programa global
frente a la deuda pública y frente a una situación de cambio-crisis
estructural de modelo socio-económico que nos aturde. Un liderazgo
decidido por la formación, la modernización, los nuevos mercados y
nichos de actividad, la internacionalización, el relanzamiento de la
economía y las medidas que generen confianza, reincentiven la
inversión y generen empleo. Y ello sin obviar los debidos ajustes de
rigor, pero sin caer en lo que la propia OIT califica de trampa de la
austeridad. Una apuesta nítida por la marca Euskadi. Y por el marco
vasco de relaciones laborales. Y todo ello acompañado de una
concienzuda labor pedagógica. Siendo conscientes de la importancia
de nuestro pacto fiscal con el Estado habrá que seguir asegurando
jurídicamente las competencias y potencialidades del Concierto
Económico.
Ciertamente existe un peligro real,
el riesgo del surgimiento entre nosotros de una sociedad con
importantes sectores en la pobreza. Y construir nación vasca
significa tener muy presente a las personas. Por ello entiendo que un
proyecto nacional lleva aparejado un proyecto social. Hablo de asumir
la responsabilidad de liderar una política social que nos haga una
sociedad más justa, cohesionada, integrada y humana. Cualquier
realidad discriminatoria, colectivo situado al margen de unas
condiciones mínimas de bienestar o evidencia de grupos
desfavorecidos que no pueden cumplir su proyecto personal, representa
desde una óptica nacional un fracaso social. Se trata pues de
abanderar una política que gire en torno a la solidaridad y a la
justicia social y que responda a los retos que tenemos ante el
desarrollo socioeconómico, el reparto de la riqueza, las situaciones
de dependencia, la marginación, las desigualdades sociales etc.
Trabajaremos juntos para avanzar
juntos y recuperar el tiempo perdido. Son tiempos en los que la
economía debe ocupar el primer puesto de la agenda política.
Saldremos de la crisis. Euskadi nacional y Euskadi social, dos caras
de una misma moneda.
Termino con
una cita que, lo reconozco, la menciono a menudo, es de Manuel Irujo:
“Declaro y afirmo que soy navarro de nacimiento y de corazón, y
por lo tanto vasco, como los gipuzkoanos, alaveses, bizkainos,
laburdinos y zuberoanos. Declaro y afirmo que mi patria chica es
Nabarra, llamada antiguamente Vasconia, uno de los Estados libres del
País Vasco o Euskadi, y ésta es la verdadera y única patria de
todos los vascos. Declaro y afirmo asimismo, como vasco progresista
de Nabarra, que aspiro a que mi patria se adhiera a la unión de
Estados Confederados de Europa”.
Zoragarria !!!!
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