Tristura, bihotzetik dariona...
Agur, Alkate, Agur eta Ohore! Egun handirarte.
Lux Aeterna!!
Muxu goxo bat.
"El 28 de enero de 2011 Iñaki Azkuna recibió la Legión de Honor de la República Francesa. Fue un día muy emocionante para él, en el que quise acompañarle.
Alain Juppé, al entregarle esta distinción, habló del éxito de la transformación de Bilbao y agradeció la cercanía, el liderazgo y el espíritu abierto del Alcalde Azkuna y de Iñaki como persona. Ese día, como en otros anteriores y posteriores, sentí un especial orgullo por compartir convicciones políticas y militancia con Iñaki en el Partido Nacionalista Vasco.
Iñaki, médico y radiólogo, había residido y trabajado en París en su juventud. Allí ejerció su profesión, disfrutó de la libertad de los años 70 y conoció a la que sería su mujer.
Recuerdo que calificó Francia como "el país más completo", alabando especialmente la educación y la cultura, la atención a las artes y la historia. Algo que le ha marcado de por vida y que ha tratado de impulsar con gran entusiasmo en sus responsabilidades públicas.
A su llegada a Euskadi supo conjugar su compromiso profesional con el servicio público a la sociedad. La medicina le acercó a las personas, la gestión empresarial y la gestión política le permitió desarrollar su vocación pública al servicio de Euskadi. Iñaki ha sido un peculiar auténtico abertzale, entregado cada día a la construcción nacional de un País mejor para todas y todos.
Siempre con su verdad por delante, sin tapujos, con una gran honradez personal y un compromiso con la sociedad a la que ha servido. Un político que ha ennoblecido la política.
Nunca acertaría a hacer una glosa de Iñaki Azkuna. He tenido la oportunidad de compartir con él, además de vínculos afectivos estrechos, muchos momentos -particularmente desde hace veinte años-, reflexiones y decisiones, algunas sencillas y otras más difíciles. Siempre he encontrado a una persona abierta y sincera, de gran talla humana e intelectual, generador de ideas y con un extraordinario sentido de la fidelidad. Fidelidad a sus ideas y a muchas personas, la mayoría de las cuales -también ejemplo- han ido dejándonos antes que él. Iñaki con su actitud exigente y su ejemplo personal ha contribuido a la dignificación del compromiso político. Hasta aquí lo que hoy escribo porque si Iñaki estuviera con nosotras-nosotros ya me habría interrumpido.
Como Alcalde, Iñaki Azkuna ha recibido diversos premios y distinciones, entre ellos, un premio singular como mejor alcalde del mundo en una villa de un País plural. Orgullo de Bilbao. Sí, pero el mayor orgullo para todas-todos es que ha recibido el más elevado de los reconocimientos, el cariño y aprecio sincero de las ciudadanas-y ciudadanos no sólo de Bilbao.Iñaki Azkuna, orgullo de vascas y vascos.
Iñaki Azkuna, liderando equipos que le han acompañado en el legado recibido, nos deja un Bilbao más humano y más universal. Estos son los valores de una persona comprometida y militante de un humanismo de verdad. Tal y como nos dijimos al despedirnos: "Iñaki, Alkate Jauna, ha sido todo un honor. Gero arte!".
IÑIGO URKULLU RENTERIA
Qué bonito escribió Juan Cruz en su día, las cosas como son... Y él, Iñaki Azkuna. http://t.co/VHC0lUIEWx
— Elena Etxegoyen (@etxegoyen_irun) marzo 21, 2014
Y qué bonito escribe hoy... Iñaki Azkuna, in memoriam. http://t.co/u5J4dP4CmY
— Elena Etxegoyen (@etxegoyen_irun) marzo 21, 2014
He leído estos días muchas palabras sobre Iñaki Azkuna escrita por sus amigos, compañeros de partido, adversarios, ilustres de la villa, etc. No entro en ninguna de esas categorías porque para mí era, sencillamente, mi alcalde. Ni más ni menos. Con él crecí como bilbaino llegado de Gipuzkoa, con él aprendí a amar y sentir una ciudad como propia, con él la he visto crecer y transformarse sin perder un ápice de su espíritu tradicional y con él, en definitiva, me he sentido orgulloso de mi villa a la que me siento más unido que nunca. Ese es mi primer homenaje a Azkuna y por el que le voy a estar siempre agradecido. El era un bilbaino de Durango que nos enseñó a todos los bilbainos del mundo a sentir Bilbao.
Dicen, y es cierto, que en aquel Bilbao gris que conocí hace más de veinte años nadie se sentía extraño y el azul metálico con el gris y el óxido le daban una personalidad muy peculiar a la villa. El orgullo siempre estaba ahí, pero también la zozobra de ver cómo iba perdiendo su carácter industrial sin saber muy bien hacia dónde avanzar. Y ese orgullo se fue quedando un tanto adormilado, vencido por la preocupación y la crisis.
Hoy hablamos del "milagro" de Bilbao como si supiéramos que iba a salir bien, que bastaba el convencimiento para superar las dificultades económicas, urbanísticas o medioambientales que iban surgiendo en el camino. Por eso, cuando escribo de Iñaki Azkuna, escribo de la tenacidad de las gentes de Bilbao y de quienes le precedieron en el Ayuntamiento marcando una línea que él supo culminar y llevar a buen puerto. Un reconocimiento extensible a los que gobernaron y los que supieron entender la tarea de una oposición responsable.
No era un hombre fácil. Tampoco en las entrevistas así que ni me quiero imaginar lo que pudo ser una negociación en su despacho cuando había que tomar decisiones que comprometían el futuro. Pero a Azkuna todos le entendíamos cuando hablaba, lo que no significa que tuviéramos que estar de acuerdo. Supongo que como a muchos vecinos a veces sus palabras me servían para ilusionarme y otras para enfadarme. En líneas generales me gustaba más su gestión que su estilo y por eso, hoy lo digo, le voté. Porque eso es lo que valoro de un político: eficacia y honestidad. Y de las dos andaba sobrado Azkuna.
Sin embargo, sospecho que el alcalde ganaba más apoyos por esa campechanía, por esas bilbainadas en las siete calles, el baile con las personas mayores, las broncas en público a quien se le cruzara, que por lo que verdaderamente fue su gran éxito: crear un equipo y tener un diseño de ciudad llevado a cabo hasta el final con metodología, sin despilfarros, manteniendo las cuentas saneadas y los servicios públicos a punto ante las contingencias. Esa debe ser la herencia que recojan quienes sigan su estela, porque el Azkuna "personaje público" es irrepetible en sus formas pero el Azkuna "alcalde" ha sido una escuela para la política municipal.
Decía Andoni Ortuzar en Onda Vasca a propósito de su libertad de palabra para, a veces, contradecir las directrices de su propio partido que siempre fue leal. Y tiene una explicación: el agitador, el verso suelto, sólo lo era mientras no hubiera una decisión en firme que después no dudaba en acatar lealmente. Ha pasado con Azkuna en el PNV, y es bueno que en los partidos existan líderes institucionales así, pero me venían a la memoria otros alcaldes vascos que también marcaron impronta.
La política municipal tiene esa ventaja. Un alcalde atento, que no se encierra en un despacho ni aspira a usar el Ayuntamiento como un trampolín hacia más altos designios, puede sentir el pálpito de su ciudad y satisfacer la demanda de sus vecinos. Eso explica los éxitos de este modelo de alcaldes, por encima incluso de las siglas de sus partidos, aportando pluralidad y capacidad de acuerdos, lavando la imagen monolítica de las estructuras internas que miran más hacia adentro que hacia afuera. Aportando, en definitiva, sentido común al servicio público. Los explicó muy bien el lehendakari Urkullu: "Azkuna ha dignificado la política"
Dicen, y es cierto, que en aquel Bilbao gris que conocí hace más de veinte años nadie se sentía extraño y el azul metálico con el gris y el óxido le daban una personalidad muy peculiar a la villa. El orgullo siempre estaba ahí, pero también la zozobra de ver cómo iba perdiendo su carácter industrial sin saber muy bien hacia dónde avanzar. Y ese orgullo se fue quedando un tanto adormilado, vencido por la preocupación y la crisis.
Hoy hablamos del "milagro" de Bilbao como si supiéramos que iba a salir bien, que bastaba el convencimiento para superar las dificultades económicas, urbanísticas o medioambientales que iban surgiendo en el camino. Por eso, cuando escribo de Iñaki Azkuna, escribo de la tenacidad de las gentes de Bilbao y de quienes le precedieron en el Ayuntamiento marcando una línea que él supo culminar y llevar a buen puerto. Un reconocimiento extensible a los que gobernaron y los que supieron entender la tarea de una oposición responsable.
No era un hombre fácil. Tampoco en las entrevistas así que ni me quiero imaginar lo que pudo ser una negociación en su despacho cuando había que tomar decisiones que comprometían el futuro. Pero a Azkuna todos le entendíamos cuando hablaba, lo que no significa que tuviéramos que estar de acuerdo. Supongo que como a muchos vecinos a veces sus palabras me servían para ilusionarme y otras para enfadarme. En líneas generales me gustaba más su gestión que su estilo y por eso, hoy lo digo, le voté. Porque eso es lo que valoro de un político: eficacia y honestidad. Y de las dos andaba sobrado Azkuna.
Sin embargo, sospecho que el alcalde ganaba más apoyos por esa campechanía, por esas bilbainadas en las siete calles, el baile con las personas mayores, las broncas en público a quien se le cruzara, que por lo que verdaderamente fue su gran éxito: crear un equipo y tener un diseño de ciudad llevado a cabo hasta el final con metodología, sin despilfarros, manteniendo las cuentas saneadas y los servicios públicos a punto ante las contingencias. Esa debe ser la herencia que recojan quienes sigan su estela, porque el Azkuna "personaje público" es irrepetible en sus formas pero el Azkuna "alcalde" ha sido una escuela para la política municipal.
Decía Andoni Ortuzar en Onda Vasca a propósito de su libertad de palabra para, a veces, contradecir las directrices de su propio partido que siempre fue leal. Y tiene una explicación: el agitador, el verso suelto, sólo lo era mientras no hubiera una decisión en firme que después no dudaba en acatar lealmente. Ha pasado con Azkuna en el PNV, y es bueno que en los partidos existan líderes institucionales así, pero me venían a la memoria otros alcaldes vascos que también marcaron impronta.
La política municipal tiene esa ventaja. Un alcalde atento, que no se encierra en un despacho ni aspira a usar el Ayuntamiento como un trampolín hacia más altos designios, puede sentir el pálpito de su ciudad y satisfacer la demanda de sus vecinos. Eso explica los éxitos de este modelo de alcaldes, por encima incluso de las siglas de sus partidos, aportando pluralidad y capacidad de acuerdos, lavando la imagen monolítica de las estructuras internas que miran más hacia adentro que hacia afuera. Aportando, en definitiva, sentido común al servicio público. Los explicó muy bien el lehendakari Urkullu: "Azkuna ha dignificado la política"
Xabier LAPITZ
Grupo Noticias
23-06-2014
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