... la Literatura es una botella que se echa al mar con una carta de amor dentro, Elena... Quien así me hablaba sabía bien lo que se decía. Hermosa frase, bellísima, y la imagen que proyecta más hermosa todavía. Que sin lectores no hay nada, no ya literatura, nada... la Literatura es una botella que se echa al mar con una carta de amor dentro, Elena...
No soy lectora compulsiva ni compulsiva compradora de libros tampoco. Pero lo leo todo si es que leerlo todo fuera posible... Y lo que me llega, lo que me toca, se queda ya para los restos. Es por eso que la segunda y tercera lectura de un libro me emociona mucho más que la mirada virgen de la primera vez, es cuando cada cosa busca para encontrar, y encuentra, su medida, su sitio, el camino de regreso a casa. Autores, ellos o ellas, géneros, títulos y experiencias insondables... He de confesar la suerte de haber encontrado por ahí -una vida que ya va para larga la mía- unas cuantas botellas marineras preñadas de luz y de palabras.
Hoy elijo dos, puro capricho... Digo que sin ser literatura tienen mucho dentro, mucho de todo, como un mirador abierto a lo que cada uno quiera ver. Digo capricho porque así fue, capricho sevillano... una preciosa librería en la calle Sierpes que huele a papel y madera vieja -una combinación letal para quien ha crecido pegadita a la carpintería de su abuelo- y que dejaba para el fondo del escenario los libros que algunos dicen raros y yo, el paraíso en la tierra. Luego ya, nombrar a Esther Tusquets, me confieso suya, hizo el resto. Y ese resto, mejor compartido.
Antes que nadie, con el aita. Porque sentados en su sillón, yo acurrucada contra él, leía en voz alta historias que no entendía pero creía escritas sólo para mi, porque puso en mis manos el primer cuento, porque me enseñó a utilizar el diccionario y a descubrir el horizonte sin fondo de las enciclopedias, porque el aitona hizo lo mismo primero con June y después con Roman, porque me acompaña cada vez que forro el libro que recién he comprado, costumbre heredada, como la de firmar sobre la primera frase o la de nunca prestarlos, que los libros se regalan...
Decía que, antes que con nadie, con el aita. Ahora ya, si queréis...
Hoy elijo dos, puro capricho... Digo que sin ser literatura tienen mucho dentro, mucho de todo, como un mirador abierto a lo que cada uno quiera ver. Digo capricho porque así fue, capricho sevillano... una preciosa librería en la calle Sierpes que huele a papel y madera vieja -una combinación letal para quien ha crecido pegadita a la carpintería de su abuelo- y que dejaba para el fondo del escenario los libros que algunos dicen raros y yo, el paraíso en la tierra. Luego ya, nombrar a Esther Tusquets, me confieso suya, hizo el resto. Y ese resto, mejor compartido.
Antes que nadie, con el aita. Porque sentados en su sillón, yo acurrucada contra él, leía en voz alta historias que no entendía pero creía escritas sólo para mi, porque puso en mis manos el primer cuento, porque me enseñó a utilizar el diccionario y a descubrir el horizonte sin fondo de las enciclopedias, porque el aitona hizo lo mismo primero con June y después con Roman, porque me acompaña cada vez que forro el libro que recién he comprado, costumbre heredada, como la de firmar sobre la primera frase o la de nunca prestarlos, que los libros se regalan...
Decía que, antes que con nadie, con el aita. Ahora ya, si queréis...
"La historia de la lectura femenina se refleja de manera magistral tanto en la pintura como en la fotografía. Artistas de todas las épocas han sucumbido ante la fascinación del reto de capturar la intimidad, a veces secreta, de la lectura femenina. Pero hubieron de pasar muchos siglos antes de que ellas fueran libres de leer lo que quisieran. Primero les fue permitido bordar, orar, ocuparse de los hijos y cocinar. Pero desde el instante en que concibieron la lectura como una posibilidad de cambiar la estrechez del mundo doméstico por el espacio ilimitado del pensamiento, la imaginación, pero también del saber, las mujeres se volvieron peligrosas..."
"Ser escritor, como dedicarse a cualquier actividad artística, entraña un riesgo adicional al riesgo de vivir. Escribir es una actividad de riesgo, y los hombres y las mujeres que la eligen reconocen su peligrosidad. La apuesta del artista es mucho más ambiciosa: apunta, si no directamente a lo genial, si a cierto grado de excepcionalidad. La ambición, y por consiguiente la frustración que supone el fracaso -no tanto ante los demás como ante uno mismo- son extremas. Pero si disponemos una sola vida en este mundo, ¿acaso no será lo mejor vivirla peligrosamente, arriesgándola por algo que de veras importe y nos importe? No se me ocurre una opción mejor..."
Y ya puesta en faena, peligrosa actitud por cierto, os deseo un feliz día de Sant Jordi, muchos libros, las rosas que toquen y todos los besos.
Nota de la redacción: se aceptan rosas, besos y sugerencias.
Y ya puesta en faena, peligrosa actitud por cierto, os deseo un feliz día de Sant Jordi, muchos libros, las rosas que toquen y todos los besos.
Nota de la redacción: se aceptan rosas, besos y sugerencias.
💗💗💗
¿las palabras de EM?:-))sobre la botella...
ResponderEliminarPues si. Algo sabe de literatura y de cómo decir las cosas. Infalible dualidad como para que alguien como yo -me encanta leer y me apasiona la literatura- no lo recuerde a menudo...
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