El mundo de la llamada Izquierda aber-tzale despreció, salvo excepción, ir a Madrid a hacer política, digo salvo excepción, pues en las de octubre de 1989 se impuso la tesis de sí hacerlo, tesis ahogada en sangre un 20-N, noche anterior a la sesión de investidura, cuando dos pistoleros causaban la muerte de Josu Muguruza y gravísimas heridas a Iñaki Esnaola mientras cenaban en el hotel Alcalá con otros electos de HB.
En general para ese mundo el PNV ha sido un traidor por acudir a Madrid. Lo suyo era argumentar el no ir, así lo hicieron Karmelo Landa, Arnaldo Otegi, Olarra y Barrena en 1999 manifestando que «no tiene mucho sentido que la Izquierda abertzale defienda la participación en unos comicios en los que se elige a los máximos representantes del marco político español. La coherencia nos exige cortar con las elecciones españolas. Cerramos el paso a la intromisión del Estado español en el proceso democrático vasco». Participar pues en las elecciones al Congreso o al Senado era hacer el juego al españolismo, justificar la españolización de Euskadi, poner en valor a la España constitucional, apoltronarse, era abdicar en la lucha por una Euskadi soberana, significaba validar las leyes españolas y un amplio decálogo vergonzante de dejaciones históricas para con lo vasco. Ellos, al contrario, eran la salvaguarda y la coherencia, la esperanza y la columna vertebral para el auténtico buen futuro para los vascos. Pero decenas de años más tarde el mismo Otegi y otros, repito, muy tarde, pero afortunadamente, han decidido e impulsado con una mezcla de cordura y habilidad, conveniencia y convicción, la asunción práctica de la legalidad vigente y de los principios democráticos de la política y la convivencia, de ahí Bildu-Sortu.
Y así, los mayores detractores de las leyes españolas las acatan escrupulosamente, incluida la Ley de Partidos. Y deciden que ahora sí hay que ir a Madrid, obviando años y años de decir lo contrario, empaquetan su coherencia, asumen con pasmosa deportividad el celofán justificativo del 'imperativo legal' y es más, puestos ya a ello, proponen angelicalmente a todos los nacionalistas vascos ir de la mano a las Cortes españolas «para acumular fuerzas y plantar cara». Hoy y ahora sí toca, decenas de años más tarde pontifican con total naturalidad, que nos encontramos ante «una oportunidad para reivindicar y exigir que la ciudadanía de los cuatro territorios de Hego Euskal Herria conforma un sujeto político», pues según ellos «hoy existe una oportunidad inmejorable para profundizar en la nueva fase política abierta en Euskal Herria para acrecentar la adhesión social y fomentar el debate político, de modo que, hagan irreversible tanto el avance en el proceso de paz y soluciones democráticas como la apuesta por un cambio político y social desde posiciones soberanistas y progresistas». Ayer no, hoy sí, lo que antes era feo y sospechoso ahora bonito y precioso, el mundo debe pararse obligatoriamente y arrancar de nuevo a su ritmo preciso. Pues bien, «quien pide música luego le toca bailarla».
Pero hay más, como quien personifica la verdad absoluta y la inescrutable sapiencia sobre oportunidades históricas, y ante el rechazo y escepticismo del PNV, entienden ellos oportuno achacar a éste el «utilizar excusas infundadas, que no vienen a cuento, para tratar de justificar una posición política difícilmente justificable desde un punto de vista abertzale y de la acumulación de fuerzas en defensa del derecho a decidir como pueblo que nos corresponde». Bien, ¿y en qué ha consistido hasta hoy la tan ahora cacareada colaboración abertzale entre nacionalistas para defender conjuntamente, acumulando fuerzas y cogidos de la mano el desarrollo íntegro del Estatuto de Autonomía, votado mayoritariamente por la ciudadanía vasca, allá donde había que defenderlo con uñas y dientes? En su día decidieron que el Estatuto no servía, y así lo menospreciaron, ridiculizaron y boicotearon, a pesar y por encima de las urnas. Aquí no ha pasado nada, de balde.
Iñigo Urkullu, presidente del PNV, ha definido la propuesta con claridad: «Eso es enredar, porque para apoyarse mutuamente en Madrid, colaborar y actuar conjuntamente en todo lo relativo a los derechos de Euskadi no hace falta compartir listas. A Madrid hay que ir a trabajar, no a hacer testimonialismo». Ciertamente del trabajo en la II República nació el primer Estatuto y del de estos años se está logrando consolidar el segundo, porque Euskadi se hace día a día sin olvidarnos nunca de quiénes somos y mucho menos de cuáles son nuestras aspiraciones, pero con los pies en el suelo, el corazón caliente, la mirada larga y la cabeza fría. Tras una legislatura provechosa para los intereses vascos al aprovechar los resquicios de un Zapatero debilitado, nos veremos pronto ante una triple opción: la del testimonialismo hueco y vacío, la de los intereses ajenos a los vascos, o la de reforzar Euskadi de la mano de una opción que lleva recuperando autogobierno cada legislatura. Es fundamental la centralidad y responder a los intereses de los vascos, continuar construyendo nación vasca y tejiendo sin pausas la Euskadi autogobernada. Tenemos derecho a decidir nuestro estatus y pactar y negociar lo que queremos ser. Acabo con D. Juan Tenorio: «Llamé al cielo, no me oyó y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra responda el cielo, no yo». Nosotros a lo nuestro. Venimos de antes
José Manuel BUJANDA AZURMENDI
Publicado en DV 28-09-2011
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