¿SERÁ NAVEGABLE NUESTRA ITACA?
Josep Antoni Duran i Lleida, Presidente de UDC y
secretario general de CiU, publicó hace unos cuatro años un muy
interesante libro titulado “Entre una España y la otra” con un
prólogo no menos sugestivo de Miquel Roca en la editorial “Temas
de Hoy”. Creo que es un libro que vale la pena leer, leer para
discrepar, para coincidir, pero sobre todo para conocer los
fundamentos sobre los que descansa un posicionamiento político que
tiene el coraje de definirse. El libro no sólo trata de Cataluña y
de España, sino que nos muestra el contexto mundial en el que nos
movemos, hace un repaso de la historia, dando lo que a mí me parece
que es su atinada versión de los mismos. No es necesario,
obviamente, coincidir con sus observaciones para reconocer la calidad
de sus análisis. No rehúye asunto alguno, toma posición en todos y
se declara europeísta convencido. Se identifica con el lema “en
Cataluña primero las personas”. El libro habla de pacto, consenso,
de capacidad de integrar más que de confrontar, pues según el autor
para dialogar es necesario escuchar, o sea, atender a las razones del
otro y tratar de compatibilizarlas con las propias. Traslado sus
reflexiones y su contenido moldeado a la política vasca, viajo de
Cataluña a Euskadi. El paralelismo no existe, las coincidencias,
algunas significativas, si.
Comienzo por afirmar que Euskadi es una nación. La
mía. Me reafirmo en aquello de “Euskotarren Aberría Euskadi
da-Euskadi es la Patria de los vascos”. Así lo proclamo y lo
sostengo. Y así lo defiendo. Y así lo defenderé consecuentemente,
siempre. Y lo intentaré trasladar a un proyecto basado en la
realidad. Proclamo que mi último objetivo es la “Burujabetza”
del “Zazpiak Bat”. Nunca he negado la parte identitaria en
nuestra condición nacional como vascos. Pero, a la vez, nunca he
dejado de dudar que un proyecto político que en Euskadi se sostenga
solo y únicamente desde la identidad sea un proyecto político
dirigido a todas y cada una de las personas que vivan en Euskadi,
hablen la lengua que hable, piensen como piensen y hayan nacido donde
hayan nacido. No es que mantenga que haya que renunciar a aquello que
configura nuestra identidad, sino que es a partir de esa identidad
que se puede y debe configurar un proyecto político capaz de generar
conciencia nacional en quienes precisamente no la tienen. Soy de los
que creen y defienden el derecho a la autodeterminación de los
pueblos, que cada pueblo es libre de decidir su camino y su destino.
También el pueblo vasco. Derecho que no lo podemos ejercitar al
impedirlo el ordenamiento español y francés vigente. Cierto, pero a
esta desgraciada circunstancia, deberíamos añadir una reflexión:
la de ser consciente que hoy en día, unilateralmente, y sin previo
acuerdo negociado y pactado de tal derecho, dividiríamos a la
ciudadanía del “Zazpiak Bat” en dos mitades enfrentadas y con
posibles problemas de convivencia división que nunca, entiendo, la
debería provocar quien precisamente se tiene por nacionalista vasco.
Sería una mala idea, un camino equivocado, ineficaz e inútil.
Es más, conviene a mi juicio dejar clorar desde el
nacionalismo vasco unas cuantas bases en relación a esta cuestión:
de la misma manera que le exigimos a España y Francia respeto a
nuestra realidad nacional, debemos de tributar respeto al hecho
español y francés. Hoy España y Francia no son entelequias
artificiales sostenidas por una dictadura o el imperio de la
persecución. Si en Euskadi, además de los nacionalistas que tenemos
a Euskadi como nuestro referente nacional, y decenas de miles de
ciudadanos que lo tienen también a España y Francia ¿cómo no
entender que haya millones de españoles y franceses que sientan que
España y Francia son sus naciones y que debemos de respetar sus
sentimientos? No cabe frivolizar sobre sus sentimientos, como no
aceptamos que se haga con los nuestros.
Dicho esto, entiendo sinceramente que ofrecer a
nuestras jóvenes generaciones la supuesta eficacia práctica, en
términos de resultados de soberanía, de un “choque” de
proyectos, ideas y legitimidades con el Estado para la ruptura del
marco jurídico vasco actual, u ofrecerles como futuro próximo la
viabilidad del escaparate de la posibilidad real de un utópico
imposible de futuro radical e irreversiblemente alejado de la
realidad es tanto como suscribir una póliza de segura frustración.
Sé obviamente que es mucho mas excitante y atractivo desde la
radicalidad nacionalista, de verbo, grito y gesticulación, ofrecer
un mañana mismo próximo de independencia de las siete tierras
vascas y presentar hoy y aquí un estado republicano vasco soberano
separado de España y Francia como factible, próximo, posible, real
y al alcance de la mano. Con el espejismo que así se crea se
contribuye a generar una fantasiosa “Itaca”, aunque la
tripulación de la nave sabe que nunca va a llegar, pero a la cual el
pasaje reivindica como norte. Cuantos más escollos aparecen y más
inviable es el viaje, mas emotiva y dramáticamente es reivindicada.
La reacción no pasa entonces por un proceso de toma de conciencia de
la innavegabilidad de los mares surcados, sino por considerar inepta
a la tripulación, aunque haya sido la que haya embarcado hacia la
fantasía de “Itaca”. No se puede excitar y no consumar, no se
puede incitar deseos de un imaginario fantasioso y a fuerza de
mostrar falta de concreción e impotencia para rematar, por puro
realismo y responsabilidad, permitir que sean otros quienes continúen
apropiándose de la fantasía hacia una imposible meta final.
Habrá que huir de los debates estériles, dejar los
grandes debates conceptuales y ajustar más la política a aquello
que pueda ser de más interés para la ciudadanía. Hablo de una
política realista y factible que nos haga más nación, más Euskadi
y más sociedad civil vasca, una política alejada de debates huecos
y testimoniales planteados enfrente al “otro”.
No propongo ni la claudicación, ni el sometimiento,
ni supeditación alguna ni a España, ni a Francia y menos a la UE,
al contrario, les demando respeto y que no se impongan por la fuerza,
les exijo que acepten democráticamente la legítima realidad
nacional, cultural y lingüística vasca, que asuman el euskera como
signo de riqueza, que lo promuevan en el interior y el exterior, y en
definitiva que acepten la existencia real y efectiva de “lo”
vasco y de Euskadi. Confío en Euskadi, y creo en el “Zazpiak Bat”,
en sus hombres y en sus mujeres, en su espíritu emprendedor, en
nuestra identidad como vascos que somos a ambos lados del Bidasoa,
estimo la valía de nuestras gentes, defiendo el derecho que tenemos
a decidir y nuestra capacidad inteligente de integración y de
negociación. Defiendo la “Burujabetza” en un pacto desde la
libertad. Afirmando que Euskadi es una nación. La mía. Mi patria.
Así lo proclamo, lo sostengo y lo intento trasladar a un proyecto
político basado en la factibilidad y en la eficacia, y ello en
coherencia ajustada a la pura y dura realidad.
Y aunque creo firmemente en el paso de buey, en el
pragmatismo y en las vías reformistas, en el paso a paso, en la
constancia histórica y en la inteligencia del pequeño, en el
corazón caliente, la cabeza fría y la mirada a lo lejos, pero
siendo también consciente de las emociones que vuelven, y que me
temo que volverán a surgir con fuerza, aquí y allá de la piel de
toro, termino con una cita de un artículo, muy interesante por
cierto, de Jordi Pujol en La Vanguardia del 6 de Septiembre de este
año bajo el título “A gente que se asusta”: “… he de
confesar a mi amigo -aunque él ya lo sabe- que personalmente,
después de más de sesenta años de actuar en muchos terrenos -el de
las ideas, el económico, el político, el de la solidaridad con el
conjunto del Estado, el político, etc- en un sentido no
independentista -más aún, un sentido de lo que hemos llamado un
buen encaje de Cataluña en España- ahora ya no tengo argumentos
para seguir haciéndolo. Ahora ya tiene sentido pensar que la
independencia sería la solución lógica”.
Dicho esto, y por cierto, ¿será navegable nuestra
“Itaca” particular?
José Manuel BUJANDA AZURMENDI
Publicado en Noticias de Gipuzkoa
2011.10.01
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